miércoles, 2 de febrero de 2011

Las derechas y los populismos

Las derechas, la alta burguesía y la aristocracia oligárquica no son términos, nombres o conceptos de mentes afiebradas
Son estratos sociales, políticos e ideológicos concretos, que conforman la sociedad. Los populismos también. Los unos, enfrentados de manera inescindible a los otros.
Estos enfrentamientos no son inventos. Los populismos que gobernaron América Latina en períodos muy reducidos de la historia más reciente han sido, no obstante los más resistidos, también los que más han hecho crecer y desarrollar a las capas sociales más bajas e intermedias de sus respectivas naciones.
Haya de la Torre en Perú; Getulio Vargas en Brasil y Perón en Argentina, son los paradigmas de esta realidad política. La derecha lo sabe y lo reconoce, de ahí su revulsión histórica hacia todo lo que intente reverdecer estas prácticas. La derecha argentina tiene con el peronismo esta espina clavada: no le perdonará jamás haber metido en las conciencias de las clases más baja, el sentido de justicia social y la convicción de ser auténticos portadores de derechos sociales, políticos y económicos.
Aunque el irigoyenismo fue quien primero metió el “populacho y la chusma” en las calles y en la institucionalidad del país, fue sin embargo el peronismo quien plasmó en la legislación y en obras, esos derechos distributivos y de participación. Fue el peronismo quien otorgó a los sectores más postergados de la sociedad argentina -y también a las capas medias-, una más justa distribución del ingreso y una igualdad de posibilidades en lo social, lo cultural y en lo económico.

Las reacciones que hoy muestran las corporaciones de la derecha, la alta burguesía y la aristocracia oligárquica, obedecen a aquellas intimas convicciones históricas, trasladads a la realidad actual. Desde Perón en el ’45, nadie había “atentado” tanto contra su statu-quo. Nadie había favorecido, como lo ha hecho el kirchnerismo, una participación tan activa en política, una sublevación al orden establecido, a lo que hasta hace poco se consideraba natural, lo que pregonaban que no podía ser de otra manera. Ejemplos de estas convicciones más o menos generalizada, sobran: lo que dicen los medios es cierto; Clarín no miente; este país vive del campo; somos la reserva moral de la patria; los curas son todos buenos; este gobierno se derrumba –desde hace 7 años- el mes que viene.
Asistidos por adlátere y alcahuetes de toda marca y pelaje, los “derechas boy’s” lanzan su usina de destrucción y sabotaje contra cualquier conformación popular. No toleran la más mínima asistencia para quienes ellos consideran sus esclavos, sin eufemismos. Los peones del campo son de su propiedad (por eso los tienen en negro); los “negros” en las fábricas son “sus negros” (por eso les pagan lo que quieren); y los periodistas de sus medios, son sus periodistas (por eso en Clarín no puede haber representación gremial). Están convencidos que las cosas les pertenecen de manera absoluta, y las personas también. Cualquiera que se atreva a concientizar a las masas, al populacho, que ese orden no es definitivo ni justo, se convierte automáticamente en su enemigo. Incluso más allá de los actos del gobierno popular. No importa cuánto haga un gobierno popular por el pueblo; no importa cuánto dinero les cuesta a los que más tienen para darle algo a los que tienen menos; no es una cuestión de dinero, que es lo que más les sobra; lo que importa es que los gobiernos populares introducen, encienden, la llama de las conciencias. Esto es lo que no le perdonaron a Perón y a Evita, y no le perdonan a Néstor y a Cristina.
POR LALO PUCCIO.
Agencia DERF